El edificio incorpora además elementos pintoresquistas en su ornamentación, lo que lo convierte en un espacio visualmente atractivo, evocador y en armonía con la naturaleza circundante.

En su interior, las paredes portantes no solo sostienen la estructura: son también testigos del arte y la historia que el lugar encierra. A través de ellas, se invita al visitante a vivir un viaje lúdico y sensorial, donde los sabores, los aromas y el diseño se combinan en una experiencia que busca la innovación en el desarrollo de su menú. 

Centauro restaura este espacio y lo trae a la contemporaneidad con elementos que realzan su valor como el uso de la luz en sus salas. La propuesta, finalmente, es un entramado que conjuga tradición y vanguardia.

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