Una experiencia enoturística 100% accesible al pie de los Andes

 

Mendoza, como una de las capitales mundiales del vino y con 205 bodegas abiertas al turismo, ofrece en todas sus zonas vitivinícolas un sinnúmero de experiencias en torno a nuestra emblemática bebida.

En esta oportunidad viajamos hasta el Valle de Uco para descubrir un recorrido totalmente accesible en la imponente bodega Diamandes. Para mostrarlo en primera persona, invitamos a la influencer mendocina Naty Acevedo, quien lleva un largo camino auditando sitios y circuitos turísticos en los que la inclusión esté asegurada para personas con discapacidad motriz. Una verdadera militante de la accesibilidad y también, una enamorada de la vida y el vino.

Lo primero fue pensar en una movilidad adaptada a sus necesidades. En este sentido, Mendoza cuenta muchas empresas que ofrecen un servicio de traslado acorde a las necesidades de personas con limitaciones motrices.

Una vez en viaje, ingresando al Valle de Uco, el paisaje y la cercanía a la cordillera nos atrapó. Otro aire se respira aquí, el aire puro y fresco de la montaña.

Luego de algo más de una hora desde la partida en la Ciudad de Mendoza, llegamos al predio de Clos de los Siete en donde se encuentra la bodega. Un espacio de unas 850 hectáreas a 1100 mts. de altura, enclavado justo al pie de la cordillera de los Andes que integrada un consorcio de cuatro establecimientos vitivinícolas: Monteviejo, Cuvelier los Andes, Diamandes y bodega Rolland.

Diamandes respresenta una joya de la arquitectura. Está compuesta por dos edificios especialmente diseñados para que se fundan con el paisaje, que sin lugar a dudas aquí es el gran protagonista. En este sentido, Santiago Orozco, chef de la bodega, nos comenta que la familia Bonnie, propietarios del establecimiento, convocaron al estudio Bórmida & Yanzon para el diseño arquitectónico con un pedido muy claro como condición: el establecimiento debía ser sustentable, incluir en su construcción materiales de la zona y lo más importante, que el edificio no debía interponerse con el paisaje.

En el centro de las dos naves que componen el establecimiento, nos impacta una escultura de grandes dimensiones que representa el diamante que da nombre a la bodega. Orozco nos comenta que esta denominación surgió en una visita que los propietarios realizaron a la reserva natural de la Laguna del Diamante en el Valle de Uco provincial.  

Un recorrido 100% accesible

Como el ingreso a la bodega se encuentra elevado, nos permiten llegar con el vehículo, por una empinada rampa, hasta la explanada de ingreso. De este modo, Naty desciende del vehículo justo en la puerta. Allí nos recibe el chef de la bodega Diamandes, Santiago Orozco, quien amablemente comienza a contarnos la historia del lugar.

Luego, mediante ascensores accedemos a uno de los edificios que componen el establecimiento vitivinícola. Allí, Orozco nos comenta detalladamente el proceso de producción de los vinos de Diamandes, recorremos el laboratorio y la sala de barricas. 

Mediante rampas ingresamos a la sala de degustación, el momento tal vez más esperado. Naty se une al resto de los integrantes de la experiencia en su silla de ruedas. La sala es un espacio en el que se destaca un gran ventanal desde donde observamos una inmejorable vista de la cordillera. Aquí, en sintonía con la filosofía de los propietarios sobre la integración del inmueble con el paisaje, no hay obras de arte decorativas, las vistas mediante miradores estratégicamente ubicados cumplen con esta función ornamental.

Una vez realizada la degustación, nos dirigimos a la “cripta”, una espectacular sala donde la familia Bonnie guarda cuidadosamente su colección de vinos. Allí finalizamos nuestro recorrido.

Finalmente, Santiago nos invita a conocer el restaurante de la bodega, del cual podemos destacar que ofrece una cocina estacional, de autor con platos que nunca se repiten y en el que reinan los productos identitarios de la tierra de Mendoza.

Terminada la visita, nos despedimos y Naty nos entrega su sensación del recorrido realizado: “Fue hermosa la experiencia, me sentí muy cómoda porque es una bodega en la que pude acceder a todos los espacios, comenzado por el ingreso que es súper accesible, al igual que los sanitarios, rampas, ascensores, etc. No tuve ningún inconveniente en cada uno de los pasos del recorrido. Pude moverme de manera libre e independiente. Los invito a todos a vivir esta experiencia inolvidable.”